viernes, 8 de octubre de 2010

Cuando los "ni-nis" no nacen, se hacen

Leo en El País un artículo de Victoria Torres Benayas titulado "Quiero un título para aspirar", que gira alrededor de la grave problemática de desempleo por la que atraviesa España en este momento (sí, aunque no lo crean, España está peor que México en este momento) y la vuelta a las aulas de bachillerato y universidad de miles de jóvenes que truncaron sus estudios para sumarse al mercado laboral que hace unos años era boyante y pagaba bien en trabajos que no necesitaban una licenciatura o carrera técnica.

Estamos hablando de empleos de meseros, albañiles, encargados de tiendas y comercios en general que proporcionaban salarios de hasta mil euros mensuales (échenle números, el euro anda por ahí de los 17.50 pesos) por lo que resultaba lógico que cualquiera de 17 a 25 años prefiriera no "perder" años en la escuela y sumarse a un futuro que se perfilaba como boyante y prometedor, al menos en lo económico.

Hoy, son los empleos más básicos los que sufren el mayor porcentaje de paro, más de 50%, en comparación con el 19% por el que pasan los jóvenes universitarios recién licenciados.

Si bien en México los índices son menores, lo cierto es que vivimos también una crisis por jóvenes que no tienen alguna actividad y que los ha colocado dentro de una nueva definición: los ni-nis, surgida de aquella frase tan común a la hora de conocer a alguien que reza "y tú, ¿estudias o trabajas". Es decir, una gran porcentaje de los muchachos (casi 7 millones) hoy por hoy, ni estudia ni trabaja, de ahí la nombrada definición.

No obstante, tengo mi propia teoría que dista mucho de lo que han asegurado políticos e intelectuales sobre el motivo u origen de este fenómeno, quienes señalan que se debe a la falta de oportunidades para ingresar a instituciones educativas y por ende, a empleos formales de una remuneración satisfactoria.

Y es que, podrán llamarme partidario de los spots que hace algunos años circulaban en la televisión por parte del gobierno federal, pero la verdad es que "trabajo si hay, nomás hay que ponerse las pilas" (risas de la muchedumbre al recordar las imágenes y audio de lo que hablo). La cosa es que de primera mano, y hasta de segunda y tercera, he podido constatar el trabajo que cuesta darle trabajo a alguien, sobre todo si pertenece a la generación de recién egresados de licenciatura o bien, jóvenes sin estudios que nada más no dan una.

¿Cómo darle un empleo a alguien que no lo quiere? He visto como en distintas áreas los muchachos, de cualquier sexo, no duran ni una semana y ni siquiera es porque los corran, sino que se van por su propio pie y muchas veces con la mayor desfachatez de ni siquiera avisar que no volverán.

Sus "argumentos" coinciden en su mayoría: "Quiero titularme", "Voy a estudiar un diplomado o una especialidad o un idioma", "Tengo un pariente enfermo que necesita alguien que lo cuide", "Vivo muy lejos" o la que ya raya en el cinismo "No necesito trabajar ahora y mis papás me dicen que ya no vaya". Eso cuando lo dicen. En alguna ocasión me tocó saber que incluso la madre de uno de los recién ingresados a una compañía llamó al supervisor para avisar que su chiquito estaba enfermo y que ese día y quizás nunca más se presentaría.

Es tal la falta de compromiso que he podido observar en las nuevas generaciones que de 20 personas que se postulan, la mitad no llega a la cita, y sólo una, máximo dos, cubren más o menos el perfil, para que después termines arrepintiéndote porque de pronto desaparecen de la faz de la tierra y si tú no los buscas, jamás los volverás a ver.

En carne propia he vivido eso, el de tener que seleccionar gente y en el momento de tenerlos enfrente sabes que no encajan con lo que estás deseando encontrar. Y no es porque su juventud sea sinónimo de inexperiencia, sino que transpiran flojera y falta de ganas por quedarse en el puesto. Decía mi abuela (la que sí hablaba conmigo) que "buscan trabajo rogando a Dios no encontrar".

El peor de los casos es cuando deciden quedarse, (y tú decides jugártela sabiendo de antemano que eso no funcionará) y te demuestran sus nulos conocimientos de lo que se supone deberían saber o peor aún, su absoluta falta de voluntad para aprender lo que ya deberían saber (las honrosas excepciones ya saben que este blog ni les va ni les viene, pero obviamente no hablo de ustedes). En mi caso, cuya área necesita de gente que escriba, me he encontrado con chavos que no tienen una ortografía decente y una sintaxis de los mil diablos. En una de esas ocasiones, una chica se justificó diciendo que en la universidad la maestra de ese curso en la universidad había faltado casi todo el año y que por eso tenía esa laguna. Creo que no necesito explicar más.

¿Por qué estamos viviendo esto, cuando se supone que lo que la gente quiere es trabajo? Como alguna vez me diría uno de mis entrevistados, un lobo de mar en los negocios: "Somos víctimas de nuestro propio éxito".

Mi generación (por arriba de los 30) desciende de una que le tocó vivir peores situaciones económicas que las ahora existentes. Muchos de nuestros padres trabajaron y sufrieron con empleos mal remunerados y veían porque sus hijos tuvieran una carrera como una forma de moverse social y económicamente. En ese sentido, tuvimos lo mejor de dos mundos; el aprendizaje de que el dinero cuesta y que por ende un trabajo es sagrado, así sea el que nadie quiere hacer; y el poder hacer estudios si se quería para tener una profesión. Pero para los que hoy tienen 20 y tantos, sus padres vienen ya de una generación mucha más acomodada, que tienen la oportunidad de mandarlos a la escuela desde el principio, pero sobre todo, de que no trabajen en su temprana juventud, pues ciertamente, no lo necesitan.

Es decir, las cosas se las pusieron más fáciles en términos de no sufrir lo que ellos habían padecido (es natural, quién no quiere eso para un hijo), algo que podría lógicamente considerarse un éxito si no fuera porque le quitaron a una generación el valor que da el sacrificio y la responsabilidad.

Creo que los ni-nis no han salido por generación espontánea, sino que son el producto de un éxito social (en la proporción que se le quiera ver) y que forman parte de un círculo que seguramente se volverá vicioso. En unas décadas, habrá nuevos padres que habiendo sufrido escasez, enseñarán a sus hijos el valor y amor al trabajo, para después encontrarnos con nuevos ni-nis. Porque más que nacer, se han hecho.

Las cosas que ahora se hacen en un trabajo o la escuela que nunca me pasó por la cabeza hacer:

- Faltar al trabajo o a la escuela por una gripe. Mi mamá me daba dos Mejorales y me sacaba a patadas. Hoy también es pretexto para que la mamá no vaya a la oficina porque tiene que cuidarlo (así el nene tenga 32 años).
- Estar con sus cosas en la puerta cinco minutos antes de que se cuenten las ocho horas de un turno. Si el trabajo no se termina, es problema de alguien que seguramente gana más (aunque no tengas ni idea de la tabla de sueldos, siempre supondrás que eres el más explotado y el que menos gana).
- Pedir permiso para ir por un cheque de asistencia social que se da a niños de escasos recursos (el cheque es para ti y tienes 17 años, mientras no tengas 18, eres menor de edad).
- No reportarse al trabajo y cuando te llaman decir que te quedaste dormido, que al día siguiente vas.
- Decirle a tu jefe que si no rindes es porque no es buen jefe (cualquier cosa que eso signifique).
- Avisar el día de tu contratación que tienes un viaje de vacaciones planeado, que si quieren te quedas siempre y cuando a los dos meses puedas ausentarte dos semanas, pues tu familia siempre pasa el Año Nuevo en Nueva York.
- Pedir papelería e insumos para tu trabajo: lápices, libretas, lapiceros, kleenex, toallitas húmedas. ¿Que tu trabajo es regar las plantas del edificio? No importa, cualquier empleado debe tener eso para estar contento. Y si aquí no las ocupo, en mi casa han de servir para algo.
- Exigir una conexión a Internet rápida, no importa si trabajas con puros archivos internos o eres la recepcionista del lugar, la actualización de Facebook y Twitter no puede dejar de hacerse.
- Pedir una extensión telefónica propia y cuando contestas decir el nombre de tu propia compañía (que seguramente llevará tu nombre o apellido seguido de un ...y asociados), que brinda todos los servicios que la misma en donde trabajas.

Si te identificas con alguno de estos, felicidades, alguien te está soportando y haciendo un esfuerzo por no correrte (sin contar que alguien debe estar haciendo tu chamba). Si te identificas porque conoces a alguien así, cuyo apelativo no diremos pero está en la oficina de junto o el escritorio de enfrente, no te preocupes, algún día tendrá más de 40 años y no podrá irse, pues él solito se hizo un ni-ni.

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